Ayer, en Mendoza, se condenó a algunos de sus asesinos. Asesinos de éste, como de tantos y tantas otras poetas que daban la vida porque su poesía dejara de doler. Del poeta Paco Urondo, voilà:
“
Mi confianza se apoya en el profundo desprecio
por este mundo desgraciado
Le daré la vida
para que nada siga como está”.
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