Año tras año, miles de mujeres nos damos cita en alguna provincia del país para debatir las problemáticas que nos afectan. Este año le tocó a Salta, a la cual las mujeres organizadas le dijimos clarito: “La linda es la que lucha”.
Más de 15 mil mujeres nos movilizamos para debatir acerca de aquello que nos aqueja y discutir cuáles son las estrategias para pelear contra los oprobios a los que nos vemos sometidas de forma cotidiana.
El repudio a la violencia contra las mujeres en todas sus formas y los femicidios estuvieron en el centro del debate, y se señaló a los gobiernos nacional y provinciales como responsables.
Salta aún llora a Evelia Murillo, asesinada por defender de un abuso a una joven wichi. Evelia era mujer y trabajadora, estaba entre aquellas que sufren no sólo la opresión sino también la explotación que significa ser una trabajadora docente con salario de hambre. Salta cuenta la triste cifra de 14 femicidios; Córdoba, 15.
Quienes viajamos desde esta provincia, alzamos alto el nombre de Paola Acosta, exigiendo justicia y denunciando a la par el rol patriarcal de dicha institución –donde pesa la “Academia del Plata”(ver: goo.gl/ug8QSo)– con sus prejuicios ancestrales que ponen siempre en duda la voz y vida de la víctima, mientras ampara a los femicidas. Y también viajamos con las “Madres de la Gorra” que luchan contra el gatillo fácil y exigen, como mujeres y madres, el cese de la impunidad ante causas cajoneadas.
Los Encuentros de Mujeres se realizan desde 1986 y siempre se han visto atravesados por los debates que surcan la escena nacional. Este año no fue la excepción. Los talleres se pronunciaron mayoritariamente por la legalización del aborto, rechazando la reaccionaria reforma del Código Civil que el kirchnerismo, con mayoría automática en el Congreso, había aprobado una semana antes y que puso una traba más para la conquista de este derecho.
La demanda urgente del aborto legal, seguro y gratuito, acompañada de la exigencia de una educación sexual laica para poder decidir (en Salta, la educación religiosa es materia obligatoria), y real acceso a los anticonceptivos para no abortar, se hizo escuchar en cada comisión, pues se entiende que es la única manera de defender la vida de las más de tres mil mujeres que murieron en la última década por las consecuencias de los abortos clandestinos y de las que lo seguirán haciendo, sobre todo mujeres trabajadoras y pobres, si además, como en Córdoba o Mendoza, tienen vedado el derecho al aborto no punible.
Pero este encuentro reabrió un debate que hace años las organizaciones de izquierda, como Pan y Rosas-PTS, venimos planteando: es imprescindible romper con la subordinación que nos impone una comisión organizadora que concilia con el Gobierno y la Iglesia, limando las aristas más críticas y revulsivas que tiene esta multitudinaria reunión de mujeres argentinas.
Es cada vez más evidente que quienes luchamos contra la violencia y por el derecho al aborto, si pretendemos quebrar la voluntad del Gobierno, la Iglesia y la mayoría de la oposición, necesitamos poner en pie un amplio y combativo movimiento de mujeres, organizado desde los centros de estudiantes, las comisiones de mujeres en lugares de trabajo y estudio, desde los sindicatos y organizaciones sociales, capaz de movilizar a decenas de miles, en las calles, por nuestras demandas.
*Esta columna fue publicada originalmente en La voz del interior. También puede leerse acá.
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