En su peregrinar, la caterva, aprehendía la Córdoba de los `30. Así la veían Longines, Viejo Amor, Katanga, Aparicio, Dijunto y Fortunato. En el deleite de la prosa de Filloy, acaricia el encontrarse con esta descripción ajustada del "paisaje" cordobés, sobre todo cuando una se encuentra afincada en uno de los parajes atravesados por sus personajes.
"Llegaron al bar L`Aiglon por la Avenida Olmos. Vetusta por un lado, desigual por el otro. Ríspida de muros dentellados, al principio. Esbelta de edificios uniformes, al centro. Sucia de baldíos ahogados de afiches, al final.
Toda Córdoba era así: doble faz, doble expresión, como el atleta que llora y ríe de Scopas. Rémora y progreso. Beata agazapada tras la reja española y flapper en traje de baño que propaga su encanto. Ranciedad y plein air. Propaganda de vírgenes y piletas... Habían contemplado desde la terraza del Parque Sarmiento la sky-line de la ciudad. Y quedaron taciturnos: desigualdad. Desequilibrio. Desarmonía. Iglesias insolentes rodeadas de casuchas de barro. Molinos enormes rodeados de ranchos de lata. Palacios modernos rodeados de casonas de teja... les desagradó esa perspectiva quebrada y horrible: compases huecos y volúmenes. De presencias y sombras. De ritmos que saltan de la opulencia a la miseria. Y repudiaron categóricamente su perspectivismo absurdo y angustioso: sobre todo el que patentiza la voluptuosidad y el lujo de la religión - en las cúpulas brillantes como senos de bayaderas y los altares recamados con adornos que valen millones de hambres - dominando los tendones lacios de cemento de fábricas, mercados y talleres... Anduvieron después por plazas y calles. Ciudad grasosa de frailes obesos. Ciudad enteca de enfermos sin cama. Ciudad avispada de chicanas y arzobispada de dogmas. Les dolió la tozudez de bronce de los próceres locales y la ausencia de estatuas, exceptuando San Martín de los grandes operarios de la nacionalidad. Toda Córdoba era así: contrastes, sin nexos en el contrapunto. Incongruencias, sin unidad en lo opuesto. Algo irrefregablemente contradictorio... Vieron la pacotilla colonial de un arte espurio, que se pretende jerarquizar como valores eternos y oponer al avance de los módulos nuevos que urgen a la vida. las teologías estupefacientes del siglo quince, que se procura inyectar todavía, estando las almas inmunes al error y la fe. Y la antigualla de barro de claustros y museos, que solo valen para documentar el fetichismo ambiente, puesto que no tienen la dignidad de lo antiguo ni la vejez de lo digno...Vivieron horas amargas, decepcionantes. ¡No era posible! ¿Dónde estaba la atracción que enfatizan los prospectos de turismo? ¿Dónde la belleza que velis nolis incrusta en los ojos la propaganda de los ferrocarriles? ¡Nada! Toda Córdoba era así: abolengo y sans facon. Doctoralismo y usura. Rezos y cocaína. Ciudad atascada de conventos y clandestinos. Ciudad que aspira a elevar su columna mental soplando por la espita universitaria... y no consigue que su espíritu se vea fuera del cerco de las barrancas. Ciudad aplastada por el marasmo burocrático, el olor a santidad del vicio y el tufo de las congregaciones...Tácitamente, ya habían dispuesto irse. Abandonar esa olla de sofocaciones de toda índole..."
ciudad de virgenes raptadas por uniformes y sotanas...
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