El siguiente texto fue trabajado para la Cátedra libre Karl Marx: "Debates ante la Argentina del Bocentenario" desarrollada en mayo de 2010, en la Universidad Nacional de Córdoba.
En el presente artículo,
intentaremos abordar la historia de las mujeres en la Argentina del
Bicentenario a partir de tres momentos de la historia nacional: los procesos de
independencia, el Centenario en 1910 y por último, en la actualidad donde, a
pesar de que la Presidenta (una mujer) nos intente hacer creer que éste es el “siglo
de las mujeres” veremos que para las mujeres trabajadoras y pobres, tal cuento
de hadas está muy lejos de nuestra realidad. No nos detendremos en otros
momentos igualmente importante para la historia de las mujeres como lo es la
década de los ’70, o más cercanamente en el tiempo, la crisis del 2001 ya que sería
demasiado extenso para desarrollar aquí.
Partiremos planteando que, desde el
punto de vista de la historiografía marxista - deudora de Milcíades Peña,
Liborio Justo, entre otros - la historia de nuestra supuesta independencia no
es la que nos presentan ni la “Historia oficial”, ni el discurso oficialista. Diremos,
someramente, que nuestra interpretación se aleja de la historiografía liberal nacida con la obra de Bartolomé
Mitre, donde se anuncia que la revolución de Mayo fue la liberación de una
nación argentina preexistente, que a través de la acción de algunos hombres “ilustrados”
y “decididos” buscó romper las cadenas del realismo español (hoy esta versión
es la que intenta recuperar depuradamente la “nueva” colección del Grupo Clarín
“Argentina Bicentenario”). Igualmente lejana estáde la mirada denominada “revisionista”
para la cual, las “élites” extranjerizantes y antinacionales, subordinadas a
Gran Bretaña por sus intereses económicos y a Francia por los principios
liberales de la Ilustración, “malograron la revolución” y desplazaron a las
masas populares del lugar central de la historia de Mayo. Para ellos, la independencia fue un
acontecimiento en que las “clases dirigentes y el pueblo” se enfrentaron
aliados al despotismo español y luego Rosas y los caudillos federales serían
los representantes de los intereses populares y nacionales. El kircnerismo que
hoy festeja, intenta reeditar este mito haciéndonos creer que el pago de la
deuda al FMI es la gran “gesta patriótica” de vuelta “soberana” al mercado te
capitales. [1]
No obstante, como veremos, en ninguna de las versiones de
la historia, aparece siquiera como digno de mención, el rol que pudieran haber
jugado las mujeres en las guerras de independencia, así como tampoco la de los sectores
populares, y apenas de éstos, si lo hacen de modo fragmentario y difuso. Veremos
por qué.
1810
Para Milcíades Peña, la independencia nacional fue una
revolución política llevada adelante por las elites criollas (clase dominante)
que quería desembarazarse de la jerarquía burocrática importada desde España
para manejar los asuntos de la colonia en pos de sus propios intereses
comerciales y de producción. En este sentido, esas “revolución” no significó
una trasformación estructural de la sociedad como tampoco existió el
advenimiento de una nueva clase dirigente a partir de ese momento. Tanto las oligarquías
del interior, los hacendados y comerciantes del puerto, como la clase política
y los intelectuales como Moreno, Castelli, en un heterogéneo frente
“antivirreynalista”, dirá Peña, acordaban en desembarazarse del centralismo español.
Esto los llevaría a declarar la “independencia”, a lo que luego sobrevendrán
las disputas de las diversas fracciones por hacerse del control político y
económico del país emancipado. Inclusive, la conocida “Primera junta” de 1810,
a pesar de haber depuesto al virrey Cisneros, era en nombre de don Fernando
VII. Sin embargo, mal que les pese a quienes nos intentan presentar esta gesta
como un acto patriótico de las masas populares junto a sus dirigentes, ambos clamando
por la independencia frente al primer Cabildo “abierto”, los sectores populares
no intervinieron al menos en este primer momento e, inclusive, cuando lo hagan
no será necesariamente en apoyo a las elites dominantes que mantenían su
subordinación sino, en contra de estos, la mayoría de las ocasiones. Dirá Peña
que hasta por momentos, los españoles eran preferibles a los criollos
propietarios explotadores.
Así, las distintas fracciones de la burguesía local (cuyo
interés, por otra parte, no era independizar a la nación del yugo colonial hasta
el final, puesto que tras la independencia de España, la reemplazaron rápidamente
por la “protección” y “socorro” del imperialismo naciente, Gran Bretaña, tal como
lo demostrará el famoso primer empréstito rivadaviano de la Baring Brothers) se
enfrentaron contra la Corona española pero
también, se enfrentaron entre sí para decidir quién se quedaba con las
riquezas y el poder político de esa “nación” por inventar. Las masas, en la
Colonia, eran los gauchos, indios, mestizos y negros que muchas veces
protagonizaron alzamientos contra esa clase dominante, los propietarios, fueran
estos criollos o españoles.
“Ni una ni otra
visión de la historia argentina hace justicia al pasado y revela la verdadera
naturaleza de los acontecimientos de Mayo de 1810. El mito fundante y la
historia oficial posterior han ocultado algunas verdades poco “gloriosas”. Por
un lado, a principios del siglo XIX no existía el Estado Nación, ni mucho
menos, la “nacionalidad” argentina. Éste nacerá del triunfo de una de las
facciones de la clase dominante criolla, la oligarquía porteña, rica
propietaria de tierra y sirvienta ejemplar del capital inglés”[2]
que se impondrá sobre las clases oprimidas y explotadas, arrodillándose ante un
nuevo imperialismo, ante la imposibilidad de emancipar verdaderamente al
naciente país.
¿Y las mujeres qué parte tienen en toda esta historia?
En primer lugar, vale aclarar que la historia de ellas, en
este período, es casi igual al silencio. Y cuando sus figuras aparecen (en la
versión mitrista), son las imágenes de las mujeres de las clases dominantes,
como Mariquita Sanchez de Thompson, en cuya casa se cantara por primera vez el
Himno Nacional, y donde acogió a los pretendidos patriotas en sus tertulias.
Era una mujer de la clase dominante que aportó dinero y joyas para “la causa” y
fue impulsora (junto a su creador Bernardino Rivadavia) de la Sociedad de
Beneficencia que veremos, llegado 1910, encabezó el Congreso de las “Damas de
la Patria”, en los “festejos” del Centenario. Allí, estas damas muy lejos estarían,
otra vez de las acciones y preocupaciones de la mujeres obreras y del pueblo,
salvo para alejarla intentar alejarlas de las ideas libertarias.
Otra de esas mujeres, aunque más “popular”, será Juana
Azurduy, de quien podremos reivindicar haber hecho oídos sordos al mandato
femenino que las llamaba a permanecer entre los “dedales” y “ollas” o a lo
sumo, atender a los heridos de la guerra. Juana Azurduy combatió al frente del
ejército que destituyó al español presidente de la Real Audiencia de Charcas
(Perú), y bajo el mando de Belgrano
reunió junto a otros a 10000 milicianos que combatieron a los realistas. Ella vio
morir a sus hijos y combatió, cuenta la historia, embarazada de su quinta hija.
En reconocimiento de su valor, Belgrano le entregará su valor, su sable y Juan
Martín de Pueyrredón la nombrará Teniente coronel. Sin embargo, también sabemos
que ella junto a su marido fueron parte de esos hacendados, que como Güemes - a
quien se unirá luego en el repliegue sobre Salta- que combatieron a los
realistas en defensa de sus intereses de hacendados y terratenientes del
interior. Si bien ella va a terminar pobre, no podemos desconocer que no sólo
ella provenía de las familias más acomodadas de Chuquisaca (como lo demuestra
el hecho de que se haya educado en uno de los principales conventos de la
ciudad), sino que también, como dijimos, se va a plegar al ejército de esos
“patriotas” que querían construir un país a la medida de sus intereses.
Cristina, como vimos hace pocos meses, entregó el legendario sable de la Teniente Coronel Juana
Azurduy al gobierno de Bolivia, construyéndose “heredera” esa lucha
antiimperialista, entregó. Pero claro, otro gran gesto patriótico mientras se
arrodilla ante el FMI.
Pero la historia que no se cuenta es la de aquellas mujeres
de los pueblos oprimidos, que como Bartolina Sisa, conocieron la miseria a la
cual estaban destinados los indígenas en América, y se rebeló, junto a Tupac
Katari, a la par del ejército comandado por el quechua Tupac Amaru, ante la
dominación española, cercando durante meses la actual ciudad de La Paz al
comando de 40000 soldados, y que tras su captura fuera desmembrada como señal
de escarmiento a los rebeldes. Nada dice la historia de los vencedores, de esas
mujeres de los pueblos originarios que retratara Flora Tristán en sus escritos, que andaban armadas junto a
los soldados, llevando a sus hijos a cuesta y aprovisionándose en los pueblos
(inclusive por la fuerza) sin dueño, señor ni marido. Menos aún cuenta de las mujeres indias
despojados de sus tierras paulatinamente por el avance de los “patrióticos
hacendados” sobre eso que la mitología oficial caracterizará como desierto
(Coronado por el genocida julio Roca en su “Campaña del desierto”) hecha en
función del fortalecimiento y concentración de la oligarquía terrateniente que
- junto a los comerciantes porteños- salió triunfante del período de guerra
civil tras la battalla de Pavón en 1861. Nadie nos cuenta nada tampoco de las
mismas “chinas”, mujeres de los gauchos que junto a estos que fueran mandados a
la “frontera” y considerados la barbarie por el liberal y contradictorio Sarmiento.
Esos gauchos, indios, negros, carne de cañón de los ejércitos antes, durante y
después de la pretendida independencia.
Poco se sabe de ellos y ellas ya que como dice Gramsci “la
historia de los grupos subalternos es necesariamente disgregada y episódica”.
Rescatamos de estas esas intervenciones esporádicas de los
sectores oprimidos la herencia de rebelión a la cual no renunciamos porque
queremos verdaderamente liberar a la nación de la dominación imperialista de
ayer y de hoy. Y veremos como ellos, verdaderos hacedores de la riqueza del
país, seguirán preparando sus músculos, para las peleas que habrán de dar
cuando al “oligarquía con olor a bosta” festeje el Centenario continuado de
nuestra dependencia.
1910
El centenario va a encontrar un estado nacional consolidado
con base en un régimen oligárquico profundamente dependiente del capital
extranjero (ferrocarriles, modelo agroexportador), es decir, rotundamente antinacional.
Este estado, con las particularidades propias de los estados de aquellos países
que el revolucionario Lenin da en llamar “semicolonias”[3],
surgirá en medio de las contradicciones de una clase capitalista (terratenientes
y comerciantes) que actúa como socia menor del imperialismo británico y luego
estadounidense, y relativamente débil, frente a una creciente y vigorosa clase
obrera que se forja al calor de las sucesivas oleadas inmigratorias, junto a
los hijos de los esclavos, indios y miembros de los sectores sobre cuya
explotación se asentaba el orden colonial. Esa naciente clase obrera, se venía
organizando contra la burguesía tanto nativa como extranjera ya desde 1857
cuando se funda la Sociedad Tipográfica bonaerense (sociedad de socorros mutuos)
– sindicato en 1878 y dará, cada vez más organizada y consciente, innumerables
luchas en la antesala de 1910.
Los inmigrantes provenientes de las grandes ciudades
industriales europeas, trajeron consigo las ideas socialistas y anarquistas que
harían de ese naciente movimiento obrero, protagonista de una oleada de luchas
que cuestionaba el poder de la clase dominante. Apenas un año antes de la
“celebración” del Centenario la clase capitalista nativa siempre socia de la
extranjera, atacaba ferozmente de la mano del Coronel Ramón Falcón a esos obreros
y obreras que se organizaban: La policía de Falcón mandó a ametrallar un
desfile obrero en conmemoración del 1° de mayo, homenaje a los mártires de
Chicago.
Como parte de este proceso de formación de la clase obrera
argentina, encontramos a las mujeres que ya, según datan algunas fuentes,
consituían en 1895 el 20% de los trabajadores industriales. Sabemos que en 1888
se da la primera huelga de las trabajadoras domésticas rebeldes ante la
imposición de la libreta de conchabo.
A causa de que su situación de explotación era terrible,
ellas mismas eran las protagonistas de múltiples reclamos contra la carestía de
la vida, las condiciones de trabajo y las jornadas extenuantes. Carolina
Muzzilli joven obrera hija de inmigrantes que a los 18 años se afilió al
Partido Socialista (todavía del lado de la clase obrera, no de la oligarquía y
los sojeros) denunciaba ya en sus trabajos que para las tabaqueras las jornadas
se extendían entre 8 y 11 hs, mientras que entre planchadoras y lavanderas,
podían trabajar entre 9 y 12 hs. También planteaba, ya desde temprano que la
verdadera defensa de sus condiciones sólo podría ser hecha desde una
perspectiva clasista. Pero volviendo, así, costureras, tejedoras, lavanderas,
obreras de los frigoríficos van a ser las primeras huelguistas. Evidencia de
esta pelea dada contra el capital por las propias mujeres (y sus compañeros
obreros) es la ley 5291 que sancionada en 1907 reglamenta el trabajo femenino y
de los niños (que eran 1/3 de la fuerza laboral), siendo así una de las primeras
disposiciones en limitar las jornadas laborales para las mujeres obreras
industriales, como una forma de otorgar concesiones y descomprimir la situación
de rebeldía obrera (lo mismo sucederá en 1912, con la Ley Saenz Peña, que
otorgará el voto secreto y universal y obligatorio para los varones mayores de
18 años). Desde ya que eso era en los papeles, pero como lo documentan
numerosos estudios, a pesar de ser ésta un ley pionera, era sistemáticamente
violada por los patrones en complicidad con quien debería colaborar a
investigar las violaciones: la policía del antiobrero coronel Falcón.
Hacia 1914, la mayoría de las mujeres trabajaba en el
servicio doméstico, y al igual que en la actualidad, atendiendo en las casas de
las “señoras bien” era uno de los sectores más precarizados, con menos derechos
laborales, al punto de que en los diarios de la época se observa que no sólo la
mujer adulta se ofrecía para estos servicios por un salario miserable, sino que
lo hacía con su propia hija cobrado sólo por el trabajo de una. Ello, como se
desprende también de los documentos, llevaba al abandono de las pequeñas de los
estudios primarios, condenando muchas veces al analfabetismo a estas pequeñas.
Aún así, con el avance del siglo XX, las mujeres irán incorporándose
progresivamente, al mundo del trabajo, ya no solamente como obreras
industriales, sino en puestos que requerían algo más de preparación dada por la
incorporación de estas a la escolaridad primaria: los “puestos de escritorio
(taquígrafas, oficinistas, telégrafas) o bien como vendedoras en comercios y
tiendas. Recién en 1924 se reglamentará el límite de las jornadas laborales también
para estas trabajadoras.
Por otra parte, las mujeres se desempeñaban mayoritariamente
en profesiones consideradas “femeninas”, como la docencia (ya fuese en escuelas
normales como de modo particular) o dedicadas al cuidado de los demás como
parteras, enfermeras, entre otras.
Este paulatino avance de las mujeres, sobre todo las de las
clases medias, representada por pequeños comerciantes, cuentapropistas o
inclusive algunas obreras a costa de muchísimo esfuerzo y rompiendo su mandato
de clase (como lo atestigua el caso de Carolina) empezaban a hacerse eco de las
ideas que propugnara la primera ola del feminismo. Había mujeres que comenzaban
a demandar y que se garantizase la igualdad de derechos formales para las
mujeres como el derecho al voto, el divorcio, la patria potestad o el derecho a
la educación laica.
En este marco de surgimiento del feminismo liberal, se dará
entonces la división de las mujeres que participaban del Consejo Nacional de la
Mujer (1900), en dos congresos contrapuestos.
Ante los festejos del Centenario, las damas de las clases “más distinguidas por su nacimiento, su
inteligencia, su ilustración y su alta posición social” (como lo declararon
las señoras de estancieros, financistas y comerciantes) organizarán el Congreso
Nacional Patriotico, que impulsado por la sociedad de Beneficencia, como vimos,
fundado por Rivadavia con la ayuda de Mariquita Sánchez de Thompson, se proponía
la observación de la moral y la religión, apoyándose en las acciones de
beneficencia y caridad que les permitía “lavar sus conciencias” a través de la
filantropía costumbre tan arraigada a la burguesía de todas las latitudes. Nada
lejano a las Fundaciones culturales o artísticas que hoy una Nelly Blaquier
(hija del antiguo dueño del Ledesma) , pretende lavar su cara de genocida y
asesina de los obreros del ingenio Ledesma durante el “apagón del terror” en
1976. La Iglesia compartirá con las “patriotas” la preocupación ante el avance
del socialismo y anarquismo entre las obreras.
Pero ante este congreso de las “Damas de la Patria” se puso
en pie otro, de aquellas mujeres que ya habían comenzado a cuestionar los
pobres roles de madre y esposa que la sociedad les exigía, avanzando en
espacios hasta esos momentos vedados para ellas: eran las primeras mujeres
universitarias, médicas, maestras “normales” o intelectuales que proviniendo de
las clase medias, manifestaban también ciertas preocupaciones por la situación
de las trabajadoras. A excepción Carolina Muzzilli, las mujeres obreras no
participaron de aquel Congreso. Tampoco
las anarquistas, cuyo peso en la organización del movimiento obrero de la época,
era importante. Anecdóticamente, entre ellas y su preocupación por la situación
de las mujeres, rescatamos a Juana Rouco Buela quien en 1907 fundó el Centro
Anarquista Femenino. Estos tuvieron parte en la importante huelga de los
inquilinos, que surgió como respuesta ante las amenazas de desalojo por falta
de pago de los alquileres que aumentaban. Las mujeres, como en otras ocasiones,
tuvieron un destacado papel repeliendo los intentos de desalojo. En esos años,
Juana Rouco Buela, ante el avance de leyes represivas como la Ley de residencia[4],
promulgada frente la creciente organización obrera, fue deportada a España.
Las discusiones de aquel Primer congreso femenino, giraron
en torno a cómo mejorar las condiciones de las mujeres, tanto en lo que hace a
los derechos democráticos como la ley de divorcio y la patria potestad sobre
los hijos (Ley 11357, 1926), así como el derecho a su educación y a la
necesidad de que éstas se emanciparan económicamente. Llama la atención, por
ejemplo, el debate impulsado por la socialista Ma. Beggino atacando
categóricamente las acciones de beneficencia que en definitiva, impulsadas por
esas damas ricas y católicas que vivían a expensas de la explotación de otros,
gastaban sus limosnas en los pobres, a veces, hasta trabajadores, pero sólo si
profesaban su misma religión. Estas primeras feministas, se preocuparon por condiciones
de las trabajadoras y ello se observa en las propuestas de la Liga de mujeres
Librepensadoras respecto a la enseñanza de oficios y capacidades técnicas para
que las obreras alcanzaran iguales salarios justos de acuerdo a sus trabajos, exigiendo
al Estado nacional que garantizara estos derechos. De igual modo que exigían que
la educación fuese laica, mixta e igualitaria para ambos sexos. Estas y otras demandas
aglutinaron las universitarias y profesionales como las Médicas Cecilia
Grierson (la primera egresada de una escuela de medicina) y Julieta Lanteri
(fundadora del Partido Femenino argentino y primera mujer candidata).[5]
De igual modo, la inserción de la mujer al mundo laboral,
desató tempranamente debates entre quienes defendían los derechos de aquellas,
ya que por ejemplo, las leyes citadas se sancionaron tempranamente, pero
siempre con el objetivo de defender a la mujer en su condición de madre así
como su igualación con los niños en términos de “minoridad”. De ello dan cuenta
los debates acalorados de las mujeres liberales en el Primer Congreso Femenino
Internacional, de 1910.
El derecho al sufragio femenino fue otro de los puntos que
generó controversias ya que las socialistas junto a la feminista Lanteri,
peleaban por el derecho al voto, mientras otras como Cecilia Grierson,
planteaban la necesidad de educarlas primero para que luego fuesen capaces de
discernir y decidir.
Mayores controversias ocasionó la discusión respecto a la
protección del trabajo femenino, que para las feministas no socialistas se
basaba en las posibilidades de la “excesiva protección” que podrían significar
las limitaciones del trabajo de las mujeres ya que podían sostener la idea
reaccionaria de que las mujeres eran seres inferiores y frágiles y por ello
había que protegerlas[6].
Las socialistas, por su parte, opinaban que con esa protección, se irían
acercando a la situación deseada de que las mujeres estuvieran expuestas a la
necesidad del trabajo asalariado y pudieran dedicarse a su esencial tarea
materna (y que esas reformas llegarían, de la mano del ingreso del diputado
socialista, Alfredo Palacios, al Parlamento)
Similar debate se daba a nivel internacional pues, para la
revolucionaria alemana Clara Zetkin en 1889, esa excesiva protección de la
condición femenina, daba pretextos a la burguesía para no incorporar a las
mujeres a la producción, atentando contra la posibilidad de que la mujer
realizara tareas fuera del oscuro reducto del “hogar”, planteando que la
igualdad ante la ley con el advenimiento del socialismo, subsanaría esa
situación. Luego entendería que en el camino de preparar la posibilidad de la revolución
socialista, las mujeres tenían que avanzar, aún en el marco del estado burgués,
en la conquista de sus derechos como mujeres, sin reducir su estrategia a la
lucha parlamentaria, pues, como dirá Lenin, “igualdad formal no es igualdad
ante la vida”.
Carolina Muzzilli, fue expresión de quienes concentraron su
lucha y militancia, intentando organizar a las obreras en las fábricas y
talleres poniendo aún desde antes, en la práctica lo que dijera Ma. Beggino en
el Congreso: “‘la emancipación de los
trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos’, así, la emancipación de
la mujer debe ser obra de las mujer misma”. Ella misma daba cuenta de que
las mujeres en las fábricas, tampoco eran las que más se organizaban,
participaban de asambleas u otras instancias sindicales por falta del apoyo de
sus compañeros e inclusive, debido al rechazo social que como hemos visto,
producía el trabajo femenino.
Con mujeres como ella, surgía un “feminismo” cuya
precursora fuera Flora Tristán (1838-influenciada por el socialismo utópico de
Fourier) antes aún que Marx y Engels en el Manifiesto
comunista, el problema de la opresión de las mujeres no podría resolverse
si no se terminaba con un sistema que estaba tan interesado en explotar tanto a
la mujer como a los obreros y niños, para satisfacer sus sed de ganancias. Y
ese sistema – el capitalismo - no se podía reformar.
Coincidimos con A D’Atri[7],
dos cosas que queremos destacar de este período: que la unidad conseguida entre
las “librepensadoras” y las socialistas, para llevar adelante un congreso que
se opusiera al reaccionario congreso patriótico de las señoras de la oligarquía
y con apoyo del Estado, para pensar las problemáticas de las mujeres y la pelea
por su emancipación, y aunque que si bien estaban todas enfocadas a conseguir
la sanción de leyes de parte ese mismo Estado que (como surgía en los debates)
era el responsable y garante de la situación de desventaja que sufrían las
mujeres. Los partidos que se decían tributarios de la clase obrera, tenían una
estrategia parlamentarista, confiando en que ese Estado, que era el que
reprimía las huelgas, impulsaba leyes restrictivas y mantenía a los y las
trabajadoras en condiciones miserables como lo atestigua el hacinamiento en los
conventillos, sería el garante de emancipar a las mujeres con sus leyes. Las
historia demostró el límite de esta estrategia y hoy los sigue haciendo: el
empantanamiento de la ley de matrimonio civil en el Congreso es una muestra de
ello.
Aún así, esos debates en la Argentina de 1910, junto pero
esencialmente al calor de las luchas que las obreras venían dando desde
principio de siglo, les permitieron conquistar la ley de divorcio, las
licencias pre y postparto para las madres o la limitación de la jornada laborales
para todas las trabajadoras.
2010
Finalmente, en el siglo XXI, a 200 años de esa pretendida
emancipación, nos encontramos con que la situación de las mujeres trabajadoras
y pobres, no ha variado ostensiblemente de la que preocupaba a las feministas
del Primer Congreso. Así, más allá de que quieran hacernos creer que porque
tenemos una presidente mujer, o aquí en Córdoba, por ejemplo, la primera
Rectora mujer en 400 años de la vida de la UNC, las mujeres poco hemos avanzado
en la conquista de nuestros derechos fundamentales.
Se nos podrá decir que Eva Perón, conquistó el derecho al
voto para las mujeres, ante lo que responderemos que fue una demanda ya de una
de las corrientes de la clase obrera la que lo impulsó, sin éxito, en el
Parlamento ya 15 años antes y las feministas lo pedían desde 1910. Le diremos,
que el peronismo siempre tuvo la línea, cuando se encontró en aprietos para
contener a la clase obrera que comenzaba a cuestionarlo, de otorgar concesiones
a costa de mantener la explotación por los patrones de millones de trabajadores
y trabajadoras en la Argentina.
Del mismo, modo, hoy el gobierno de Cristina Kirchner y su
marido, que se apoya en lo más rancio de ese mismo Partido Peronista, mantiene
al 40% de los y las trabajadoras en negro, la mayoría (el 54 %) son mujeres sin
ningún derecho laboral.
Frente a lo que preocupaba a carolina Muzzilli en 1910, en
cuanto a la participación sindical, habrá que confesar que hoy sólo un 23% de
las trabajadoras en blanco ocupa puestos sindicales.
En la Argentina, tras 7 años de gobierno de la primera
mujer presidente, las mujeres, un 53% de la población, y entre ellas las
trabajadoras, estamos entre los peores pagos del país. Así, a pesar de que las
mujeres hemos ido avanzando en lo niveles de escolarización que tanto
preocupaban a las feministas de 1910, nosotras seguimos cobrando hasta el 35 %
menos que los trabajadores hombres por la misma tarea. Eso en el caso en que
las mujeres puedan concluir sus estudios, ya que muchas mujeres jóvenes se ven
obligadas a incorporarse al trabajo informal como por ejemplo, como
trabajadoras domésticas que en un 95% de los casos está en negro. Eso, es decir
que en el caso de que las empleadas domésticas son en un 99,5% mujeres, todas
carecen de derechos laborales. Más allá de la retórica y las leyes impulsadas
por este supuesto gobierno de los DDHH, sólo en los casos en las trabajadoras
domésticas superen las 16hs semanales (la ínfima minoría de los casos) la ley
las ampara. Del mismo modo que en 1910, esta ley sigue siendo violada porque el Estado no “puede”, dirán,
controlar en los hogares, por ser éstos un ámbito privado. Hecha la ley, hecha
la trampa.
Por otra parte, este mismo gobierno K, legaliza ese trabajo
no pago que los capitalistas extraen de todas las tareas que realizan las
trabajadoras en sus hogares y en vez de reconocerlas como tales, el gobierno de
CFK las jubila como “amas de casa” (el 73% de los nuevos jubilados son mujeres
en esas condiciones).
Ni hablar de las estadísticas, que registran que menos del 5
de cada 10 mujeres tiene trabajo, pero lo que ocurre es que no cuentan que esas
trabajadoras “inactivas” que supuestamente no trabajan (el 44%) lo hace sin que
éste sea reconocido. Así, realizan el cuidado de los niños (la futura mano de
obra para los patrones), la limpieza del hogar, la cocina, lavado, planchado y
demás tareas que garantizan que los obreros a quienes superexplotarán las
multinacionales amparadas por los K, estén listos cada día para ir a trabajar.
Lo anterior, si no contamos, además, que el desempleo es
30% mayor entre las mujeres que entre los hombres, a pesar de que muchas de ellas
sean sostenes de familia como lo indica el hecho de que en el 35% de los
hogares las mujeres solteras, viudas o separadas son jefas de hogar.
Hoy, en la Argentina del Bicentenario, y ante una situación
de crisis capitalista como la que vivimos actualmente a nivel mundial, esas
mujeres pobres, sin acceso a la educación, con hijos a cargo (porque muchas de
ellas no pudieron decidir sobre su maternidad) que trabajan en las casas de
otras mujeres, son las primeramente golpeadas por el desempleo, echadas sin
indemnización ni reconocimiento de su trabajo, vulnerables ante el flagelo de
las redes de trata y prostitución que en los últimos 5 años se cobró más de 600
víctimas en la Argentina. En la Argentina de Kristina, el segundo negocio
ilegal del mundo, la trata de personas, también festeja el Bicentenario.
Al salario de las mujeres que trabajamos (no importa dónde)
se lo considera “complementario” aunque una de cada 3 sea sostén de un hogar.
Por eso, quienes nos
desempeñamos en trabajos “tradicionalmente femeninos” como la docencia, donde somos
el 77,8%, o entre quienes se dedican a la salud, trabajo social, etc. Somos un
70%, recibimos salarios bajísmos. Así lo observamos hoy en la industria
alimenticia, donde también la mayoría son mujeres. Somos las peores pagas del
país.
Si encima se agrega las tareas que realizamos en el hogar y
que nadie nos paga - doble jornada- (y al mismo tiempo, son potencialmente
socializables e industrializables, lo cual permitiría emanciparnos de estas
atávicas cadenas) los capitalistas y sus estados, extraen jugosos “ahorros” de
esa producción de riqueza que no pagan. El trabajo realizado “puertas adentro”
suele alcanzar el 50% del PBI de los países.
Qué de todo esto modificaron los Kirchner después de 7 años
de gobierno “nacional y popular”. Cristina Kirchner (de la mano de Moyano,
Yasky y cía.) sigue defendiendo los intereses de los capitalistas como Ricardo
Fort, la multinacional Kraft, o el capitalista “nacional” Pagani de Arcor, garantizando
a costa de nuestra salud y condiciones de vida, mano de obra.
Qué diremos en cuanto a los derechos democráticos como el
derecho al aborto que impediría que más de 500 mujeres, sobre todo trabajadoras
y pobres, mueran al año por abortos clandestinos, ya vemos como CFK mantiene relaciones
estrechas con sus acérrimos opositores, con el cardenal Bergoglio y la
Institución eclesiástica a la cabeza. Sí esa misma Iglesia cómplice de la
dictadura que mantiene a más de 20000 pederastas en todo el mundo y habla de la
defensa de la vida.
Aunque ahora, muchas mujeres, homosexuales, lesbianas, travestis,
crean que se les concederá el derecho a la unión civil (que aunque no
compartimos la ingerencia del estado en nuestras relaciones y vidas, apoyamos
como demanda), debemos ser conscientes que es apenas un gesto demagógico y un
artilugio para dividir a la oposición burguesa que hipócritamente se
escandaliza ante el derecho a decidir sobre nuestra propia sexualidad. Mientras
gobierno y oposición se pelean para no perder votantes, Natalia Gaitán fue
asesinada por ser mujer, lesbiana y pobre. Mientras opositores y oficialistas
dicen conservadoramente que los niños y niñas necesitan “papá y mamá”,
preguntamos por qué tanta preocupación cuando “papá”, “mamá” no vuelven hasta tarde a sus hogares
porque trabajan la mayor parte del día en jornadas extenuantes de 10 o 12 hs
como hace 100 años!, para obtener un salario que les permita subsistir como las
trabajadoras/es de Arcor y de la alimentación que vienen de protagonizar una
enorme lucha en Córdoba o las docentes de Neuquén que siguen en lucha; sin
derecho a organizarse porque lo impide la patronal, sufriendo acoso sexual y
hasta violaciones -ante lo cual se vienen enfrentando las trabajadoras de la
fábrica del obscenamente multimillonario Ricardo Fort; en condiciones de
seguridad e higiene que ponen en riesgo sus propias vidas, como lo evidenció la
heroica lucha de las trabajadoras de Kraft el año pasado ante la gripe A.
Evidentemente, lo de este gobierno que se propone festejar
el Bicentenario de una independencia nacional que no fue, ni es, es puro doble
discurso para hacernos creer a los trabajadores, el pueblo y las mujeres junto
a las minorías oprimidas, compartimos con ellos nuestros intereses.
Ni los intereses de CFK que paga al FMI, que garantiza
subsidios para los monopolios tanto imperialistas como Kraft, como “nacionales”
como Arcor; ni de la oposición republicana y sojera a la que los K siguen
garantizando ganancias extraordinarias de la soja, así como a los pooles de
siembra, tienen que ver con la realidad de trabajadores y pobres.
Su gobierno mantiene a más de 3 millones de trabajadores y
trabajadoras con salarios menores a $1000, a un 40% nosotros en negro y sin
derechos laborales; a los trabajadores en blanco atado de pies y manos por la
repodrida burocracia sindical de Moyano (cómplice de la triple A) o Yasky. Cada
uno de ellos se negó a unificar las luchas de los obreros de la alimentación
junto a las de los demás trabajadores industriales contra las patronales en las
paritarias y abandonó en las luchas por salario a los docentes de todas las
provincias, respectivamente. Ahora el progresista Yaski, aisla a los docentes neuquinos.
No vendrá de ellas y ellos (oficialismo u oposición) como
no vino en 1810 de sus “antepasados”, la independencia verdadera: la de los
sectores oprimidos y explotados del país. Mucho menos, lo será para las
mujeres, a pesar de que Cristina diga que es “nuestro siglo”.
La verdadera emancipación de las cadenas del imperialismo,
así como la verdadera emancipación de las mujeres, pueblos originarios,
personas sexualmente diversas vendrá de la mano de la organización en nuestros
lugares de trabajo (y estudio) para enfrentar a las patronales y sus
funcionarios.
Esa tradición de rebeldía de las mujeres que se enfrentaron
a los realistas, criollos en 1810; la de las obreras que despertaban al calor
de las huelgas con el nacimiento del movimiento obrero argentino y las de las
intelectuales y universitarias que se rebelaban contra los mandatos del estado
oligárquico y la curia. La tradición de esas mujeres que una vez más en la
historia, eran la vanguardia para enfrentarse a la desocupación, la miseria, la
pobreza: es ése el camino que marcaron tras el 2001 las mujeres del movimiento
piquetero, las obreras de Brukman tomando su fábrica para defender el trabajo
digno, las trabajadoras y mujeres de la textil Mafissa resistiendo la represión
y organizándose en Comisiones de mujeres; las docentes y trabajadoras de la
salud que durante años, a lo largo y ancho del país defendieron y defienden,
como lo hacen hoy las docentes en Neuquén, la educación y la salud públicas.
Esa es la tradición de la que se nuetren hoy las nuevas generaciones de mujeres
trabajadoras. Así lo comenzaron a demostrar en 2009 las obreras y obreros de de
Kraft, Felfort, Zanon, Subte… creando ellas sus organizaciones propias, las
Comisiones de mujeres para pelear por sus derechos, y siempre junto a sus
compañeros de clase contra los patrones explotadores. Obreros y obreras, en
alianza con los desocupados y el pueblo pobre, junto a los estudiantes
secundarios y universitarios son quienes pueden acabar con la explotación que
refuerza esas cadenas de opresión que sufrimos las mujeres pero que a los
capitalistas les es funcional. Y a ellas (y ellos) las estudiantes,
intelectuales, jóvenes secundarias queremos atar el destino de las luchas por
nuestros derechos.
Finalmente, y para reivindicar un aspecto que tuvieron de
muy progresivo las feministas de 1910, queremos destacar que la real
emancipación de los pueblos de Latinoamérica, de las mujeres, de las y los
trabajadores vendrá de nuestra unidad internacionalista, con independencia de
clase, entendiendo que es nuestra fuerza, la de las mujeres en resistencia ante
el golpe de la derecha en Honduras, la de las mujeres haitianas resistiendo los
ataques de la virtual invasión imperialista tras el terremoto, la de las
mujeres chilenas tras la misma catástrofe natural oponiéndose ante la
militarización contra los desposeídos la que nos permitirá vencer, las de las
obreras de Felfort contra el millonario Fort, la de las obreras de Arcor, de
pie contra la miseria, la de las docentes, neuquinas, jujeñas (reprimidas por
luchar en este gobierno K)…
Desde Pan y Rosas y el PTS creemos que sólo así, tirando
abajo este sistema que se asienta sobre la mayor de las opresiones: la de una
clase parasitaria explotando a otra, será posible sentar las bases para
comenzar a erradicar esa milenaria opresión que sigue condenando a las mujeres.
Sólo con la destrucción del capitalismo a manos de la clase obrera, podremos
comenzar a construir una sociedad sin oprimidos. Sólo, además, luchando contra
los prejuicios que los capitalistas y sus ideólogos nos imponen para
mantenernos divididos a mujeres y hombres de la clase obrera, inmigrantes, jóvenes,
viejos, pobres…Con la unidad entre oprimidos y explotados, podremos
derrotarlos.
Por eso, en esto que es un debate con aquellos que queremos
erradicar la violencia opresora hacia las mujeres, decimos con Luise Kneeland
de 1914: "El
socialista que no es feminista carece de amplitud. Pero quien es feminista y no
es socialista carece de estrategia."
Bibliografía general
- Aragón, Hernán, Historia
Crítica del sindicalismo. De los orígenes hasta el Partido Laborista,
Ed.IPS, Bs As, 2009.
- D’Atri Andrea et al., Luchadoras. Historia de mujeres que hicieron historia, Ed.
IPS, Bs As, 2006
- D’Atri Andrea, Pan
y rosas, Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo,
Ed Las armas de la crítica, Bs As, 2004.
- Engels, Friedrich, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Ed.
Nuestra América, Bs As, 2006.
- Feijoo, Lucía y
Grossi, Florencia, “Apuntes para interpretar la revolución de mayo” en
Revista Cuestionando desde el marxismo, publicación de la Corriente
nacional “9 de Abril”, Segunda época, N°2 Abril, 2010.
- Historia,
actas, trabajos. Primer Congreso Femenino, Bs As-1910 con prólogo de
Dora Barrancos, Ed. Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 2008.
- Lenin, V.I, Imperialismo. Fase superior del
capitalismo, Ed. Quadrata, Bs As, 2006
- Lenin, V.I, La
mujer y el progreso social (compilación), Ed polémica, Bs As, 1975.
- Lobato, Mirta Z., Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869- 1960),
Edhasa, Bs As, 2007
- Revista de la
Universidad Nacional de Córdoba, “La mujer argentina y latinoamericana”,
VIII Curso Temporada, Año X, N° 1-2, 2da serie, Marzo-Junio, 1969.
[1] Para profundizar en este
debate ver Feijoo,Lucía y Grossi,
Florencia, “Apuntes para interpretar la revolución de mayo” en Revista
Cuestionando desde el marxismo, publicación de la Corriente nacional “9 de
Abril”, Segunda época, N°2 Abril, 2010.
[2] Feijoo, Lucía y Grossi, Florencia, op cit.
[3] Formas de “transición” de
los Estados nacionales cuyas particularidad es ser “políticamente independientes desde un punto de vista formal, pero en
realidad envueltos por la red de la dependencia diplomática y financiera”;
Lenin, V.I, Imperialismo. Fase superior
del capitalismo, Ed. Quadrata, Bs As, 2006, p. 82.
[4] Cabe decir que esta ley, por ejemplo, también tuvo su componente de género ya que se deportaba sólo a los varones, dejando a las mujeres e hijos aquí y era utilizada para que las mujeres presionaran conservadoramente a los obreros para que no salieran a pelear porque sino los deportarían y ellas se quedarían solas.
[5] Aun antes de que el peronismo y Evita, expropiaran esa demanda de las mujeres que había irrumpido en el país al calor del feminismo conocido como de la “primera ola” de mano de las sufragistas y se sancionara en 1947 el derecho al sufragio femenino.
[6] Lo
que no veían las feministas era que había una particular situación de doble
opresión en las mujeres trabajadoras. De allí que el Congreso Femenino, se
pronunciaba por la unidad de las mujeres en general, con una clara ideología de
conciliación de clases.
[7] D’ Atri, Andrea, “El feminismo y la izquierda. Una historia de encuentros u desencuentros en la lucha por la emancipación” en Señoras, universitarias y mujeres (1910-2010), Hector Recalde (compilador), Grupo editor Universitario, Bs As, 2010.
[2] Feijoo, Lucía y Grossi, Florencia, op cit.
[4] Cabe decir que esta ley, por ejemplo, también tuvo su componente de género ya que se deportaba sólo a los varones, dejando a las mujeres e hijos aquí y era utilizada para que las mujeres presionaran conservadoramente a los obreros para que no salieran a pelear porque sino los deportarían y ellas se quedarían solas.
[5] Aun antes de que el peronismo y Evita, expropiaran esa demanda de las mujeres que había irrumpido en el país al calor del feminismo conocido como de la “primera ola” de mano de las sufragistas y se sancionara en 1947 el derecho al sufragio femenino.
[7] D’ Atri, Andrea, “El feminismo y la izquierda. Una historia de encuentros u desencuentros en la lucha por la emancipación” en Señoras, universitarias y mujeres (1910-2010), Hector Recalde (compilador), Grupo editor Universitario, Bs As, 2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario